miércoles, 1 de abril de 2015

Flashes.


Nos bastó un segundo y una tarde llena de sonrisas
para ser conscientes, una vez más, de todo 
lo que estaba ocurriendo a 
nuestro alrededor.

El reloj marcaba las 12:03, y qué absurdo acordarse
de una hora tan inexacta cuando no recuerdo
mucho más que el color del
atardecer reflejado en 
tus ojos.

Me vi tan cerca tuya que sentía como mi corazón
pasaba de cero a cien sin yo querer, 
sin yo saber qué hacer después,
cuando me miraste y te vi
por primera vez
tan tú.

Porque nadie sabría a ciencia cierta el cómo ni 
el por qué, aunque tampoco hace falta
que lo sepan. Tu y yo, y los demás
que especulen, la verdad
la guardamos
nosotros.



No hay comentarios:

Publicar un comentario