domingo, 5 de febrero de 2017

Qué manera más bonita y simple de ser feliz, perdiéndome una y mil vidas en ti. 
Después de dos años y casi dos meses, no te haces una pequeña idea de lo feliz que me hace poder despertarme y saber que estás a mi lado. 
Porque después de tanto tiempo, llega un momento en el que recapitulas y te pones a pensar en todo lo que has vivido y en lo que está sucediendo en tu vida. Hemos reído tanto, llorado tanto, abrazado tanto, besado tanto. Y es ese pensamiento que te llega a la mente y dices no, esto no me puede pasar nunca. ¿Una vida sin él? Eso no está en mis planes. Es justo ese lugar, ese tiempo y ese momento en el que no te hace falta nada más, en el que te quedarías toda tu vida, disfrutando y viviendo mil y una vez. 
No es fácil explicar los sentimientos que ahora mismo experimento, pero es bonito. Cada día que lo veo son nuevas sensaciones y nuevas experiencias que me llenan.
La rutina nunca me había gustado tanto, saber qué cara va a poner o que me diga "sabía que ibas a decir eso". Que se conozca mis expresiones al dedillo y que no se le pase ningún detalle cuando me mira. Estar rodeada de tantísimas personas y que para mí solo exista él. Buscar su mirada entre todos. Jamás en mi vida me había llenado tanto mirar a una persona y sentir que es mío, yo soy suya y que lo demás que pase alrededor nos sobra. Es complicidad, unión. Es que llega un momento en el que pasas de compartir un cachito de tu vida, a que tu vida se convierta en una sola. Que de todas las cosas que teníais en común, vayan naciendo más aún. Que sus costumbres y manías ahora sean las tuyas.
Han pasado dos años, y lo que estoy sintiendo este último mes no soy capaz de expresarlo con palabras. Estoy enamorada de ti desde aquel beso estudiando griego, me enamoro cada día, incluso en los malos. Me enamoro de tu forma tan sencilla de quererme. Me enamoro de cómo me miras, de tu humildad estando conmigo. De como me mimas, como si fuese la princesa de un cuento de hadas y tú fueses el mismísimo príncipe que me salvó de un temible dragón. Eres tan tú y yo soy tan yo, que creo que eso es lo que más me gusta de ser nosotros. Ojalá la vida fuese eterna y el tiempo no pasase tan veloz a tu lado. Ojalá mil vidas para pasarlas todas a tu lado. Por ser mi cómplice, mi mejor amigo, mi curandero, mi compañero de vida. Por ser mi suerte y mi alegría. Te amo más que nunca, pero nunca más que mañana. Por todo y por más, gracias. Eres todo lo que tengo y todo lo que necesito. Ojalá nunca se acabe esto tan bonito y poder verte sonreír todos los días de mi vida. Te adoro.